Thays de Nazaré Chaves Travasso
Brasil
20 años

Thays es una mujer joven que inspira. Pienso que es así por su autenticidad, porque sus luchas parten del reconocimiento de sus raíces y de su historia. Ella es de una cuidad pequeña, aislada de la capital de Pará, una ciudad en medio de ríos y matas que se llama Ourém. Para llegar a su ciudad tienes que pasar por un largo camino y desde la carretera se puede mirar la selva. Hay muchos animales y muchas historia.

Cuando la he escuchado hablar de Ourém, dice que es una ciudad pequeña en la que los fines de semana las personas se quedan alrededor del río charlando, nadando, tomando y disfrutando la vida con sus nieves y cervezas. Una ciudad con personas diversas, de distintas clases sociales.

Como en muchas otras ciudades de la región, la riqueza se encuentra concentrada en las manos de unas pocas personas, quienes son las dueñas de las fincas, las mineras y las granjas. Quizá eso explica el por qué de su consciencia ambiental y de clase, por qué se reconoce como parte del planeta y no como propietaria del mismo.

Quizá es por ello que pintó la onza que se encuentra colgada en una de las paredes de su casa y para ella es tan importante. Me contó que la pintó en un momento de máxima emoción, de un acto artístico de íntima relación con la naturaleza, posteriormente comenzaron a aparecer noticias sobre la destrucción de la selva amazónica en las que se señalaba que las onzas están siendo exterminadas por completo.

Cuando me habló de dicha pintura me dijo “no existen sólo las y los seres humanos aquí. Existen varios otros seres que compartimos el espacio con ellos, compartimos la selva con ellos, compartimos nuestro aire, compartimos nuestra agua, y estos seres también sienten”. Me conmovió muchísimo percibir esa sensibilidad que existe en ella.

Considero que ese es el súper poder de Thays: conecta y construye con las otras desde el reconocimiento de las condiciones que unen sus historias. Por ejemplo, recuerdo el caso de aquella mujer joven negra a la que fotografió para su proyecto sobre belleza, quien al inicio no percibía en sí misma la hermosura que Thays vio en ella, pero que al final del proceso, se dio cuenta de que era hermosa y de que su belleza no dependía de los estereotipos que nos quieren imponer.

Estoy segura que si este proceso fue posible, se debió en gran parte al trabajo personal que realizó la compañera que fue fotografiada; pero también porque desde su experiencia Thays pudo acompañarla. Thays sabe lo que es haber crecido en medio de la violencia racista estructural que se vive en Brasil.

Señala que a los doce años sentía odio al mirarse en el espejo y ver su pelo; a los trece le pidió a su madre que se lo alisara, pensando que esto le ayudaría a no sufrir racismo y que tardó en reconocerse con una persona negra. Cuando habla de ello admite que son recuerdos tristes de racismo que vivió en la escuela y en la calle.

Sin duda son recuerdos tristes, pero considero que la valentía con la que los ha resignificado, los ha convertido en herramientas para construir y acompañarse con otras, para inspirar a que otras resignifiquen sus propias historias. Cuando cuento esto, invariablemente recuerdo todo el movimiento que generó en su escuela secundaria al organizar el continuidad de dicha actividad a pesar de que ella salió de la escuela, ya que quedó instaurada para visibilizar el racismo.

También en las chicas negras que después la buscaron para decirle que pasaron a reconocerse negras y hoy en día hacen muchas cosas al ser parte de movimiento negro gracias a que ella las inspiró.

Esos recuerdos son hermosos, pero también reconoce que lograr dicha visibilización del racismo no fue sencillo.

El racismo, como sistema de dominación, se sostiene estructuralmente desde la naturalización de los privilegios de las personas blancas. Y en el este caso, se expresó a través de unas maestras blancas que intentaban poner en duda su proyecto. Ellas intervenían cuando presentaba trabajos y decían “el color blanco también importa”, “el racismo no existe”, “los negros son culpables”.

Menciona que eran dos maestras bien elitistas que hablaban con los directores para que no ocurriera su proyecto y que también mostraban prejuicios fuertes frente a los proyectos LGBT, decían “ya viene la marimacha hacer su proyecto”. Como pueden darse cuenta, la discriminación por raza y orientación sexual es algo a lo que Thays ha tenido que enfrentarse.

Entenderán porque admiro su manera de resistir a ella y todo lo que ha ido generando a partir del arte, para hacer frente a la misma, desde los movimientos negros y feministas. Lo hizo en Ourém, cuando era una adolescente queriendo hacer que las cosas se armaran y ocurrieran, aunque no hubiese colectivos.

Lo siguió haciendo en Belém, a donde se mudo para estudiar y en donde vive actualmente. Ahora también incide con otras a nivel nacional. Afortunadamente a finales de 2017 conoció muchas artistas de otras ciudades y empezaron a hacer cosas juntas.

Como es de esperarse, se conectaron y empezaron a armar fiestas, actividades culturales, fiestas bien típicas, fiestas performáticas. Todas estas acciones fueron muy importantes en Belém y ahora se han extendido nacionalmente, porque el año pasado (2019), fue invitada a ser parte de una investigación de artistas negras y conformar el TROVOA, que es una red artística de personas negras y no blancas de la que ahora es parte, desde la que resiste y acciona junto con otras. Thays es un nombre que para mi ahora encierra muchos significados, muchas identidades.

Lo escucho y pienso en la mujer negra, la mujer feminista, la mujer artista y la mujer bisexual. En todas esas mujeres que la han habitado y la habitan. Incluso pienso en la niña que me ha descrito que fue. Esa que vivió con su abuela en una casa llena de gente, de primas y primos. La que vivió una niñez con muchos juegos, en la calle, muy alegre. La que guarda memorias no tan buenas de la escuela porque dice que “esos recuerdos para personas negras no son tan buenas pues hay bullyng y racismo”, los cuales ocasionaron que siempre fuera muy tímida.

Afortunadamente en su casa nunca pasó por situaciones malas. Su madre, padre y hermanos siempre la apoyaron. Le decían: “tu eres inteligente, tu lee mucho, tu eres artista”. Dice que siempre estuvieron súper presentes, apoyando con mucho respeto y cariño, que siempre le dieron mucho amor y siempre la apoyaron sin prejuicio a sus elecciones. Sin duda eso contribuyó a que sea la primera persona de su familia en estudiar la universidad pública y ser la mujer artista que es hoy en día. Como ella diría “es fotógrafa, modelo, un poco de todo. Es comunicadora también”. Thays tiene muy claro que la resistencia es una palabra que viene con aquellas personas que nacieron pobres y negras.

Dice que no la conocieron como palabra, pero ella está en su interior, en las personas que luchan, porque tienen que resistir todo el tiempo para seguir, para reinventarse en la vida; señala que la resistencia es existir, es seguir, es creer que estás en el camino y que las memorias, los recuerdos son un combustible.

Piensa que las acciones artísticas son efectivas para fortalecer, que las acciones culturales pueden traer otras vivencias para niñas como lo fue ella. Creo que por eso me dice “si a aquellas chavas que tuvieron aquellas experiencias básicas conmigo en la escuela, eso les cambió la vida; imagina un proyecto grande, un proyecto cultural, con vivencias y para muchas. Creo que el arte puede transformar a muchas personas, niñas como yo y creo que movimientos así son bien importantes. La cultura es lo que conecta nuestra mente con las acciones y trae inspiración para la vida”. ¡Yo le creo! Y creo cuando dice que, si tuviera enfrente a un montón de niñas, les diría que crean en sí mismas desde una autoestima, que persistan en las cosas que les gustan; que tengan orgullo de sí mismas y siempre se acuerden de dónde vinieron, de sus territorios, de su historia.

Que crean que llegarán a donde quieren y sigan haciendo sus cosas porque están cambiando algo y eso es mucho.