<em><strong><em><strong>Transitar acompañadas: IMPACTAR</strong></em></strong></em><br><strong><strong>Germana Gabriela Montalvo Lanza</strong></strong><br><strong>29 años -</strong> <strong>Boliviana</strong><br>
Transitar acompañadas: IMPACTAR
Germana Gabriela Montalvo Lanza
29 años – Boliviana

Karen Medina

Germana fue una adolescente inquieta, ávida de respuestas y sin temor a expresar sus dudas. Era una “preguntona”, como ella misma se define, que a sus doce años fue invitada por su hermana a participar en Católicas por el Derecho a Decidir, conformó junto con otras personas jóvenes el Colectivo Juvenil Decide y formó parte de los Scouts.

Permaneció en los dos primeros espacios desde los 12 hasta los 23 años. El primero fue encabezado por ella tiempo después y le abrió el camino feminista. En el segundo coordinó grupos de niñas, niños y adolescentes de 10 a 14 años y los acompañó en su desarrollo durante seis años. Ambos espacios le permitieron reconocerse a sí misma como una lideresa capaz de acompañar a otras personas y le regalaron aprendizajes y retos hermosos, la hicieron crecer.

Al escucharla resulta innegable entender cómo su llegada a Católicas por el Derecho a Decidir definió mucho la mujer que es hoy. Puedo asegurar que cuando asistía a aquellos primeros talleres, donde era la más pequeña de las participantes, no habría podido imaginar el impacto que tendrían en su vida y en la de quienes la rodean.

La biblioteca de la organización se transformó en un pase a un mundo desconocido y en el cual quedó atrapada. Ahí encontró textos que le dieron nuevas miradas acerca de la sexualidad y diferentes perspectivas para replantearse la religión católica. Un día encontró una revista que abordaba la despenalización del aborto vinculada a la historia de la madre de Jesús. Entre los mensajes encontró uno que captó su atención y quedó grabado en su memoria:

“María fue como cualquier adolescente y quizá fue víctima de violencia sexual”. Esa frase retumbó en su cabeza por bastante tiempo y la hizo pensar en la dificultad que implica escuchar una misma historia repetida cien mil veces, hasta el punto en el que se normaliza. Esta dinámica es semejante a otras relacionadas con el abuso sexual e incluso se puede dar una transición hacia la romanización de determinadas prácticas.

Como a muchas de nosotras nos ha ocurrido, llegó el momento en el que su mente comenzó a cuestionarse cosas y no podía parar. Confirmó que muchas de las situaciones vividas por las mujeres se naturalizan y con ello se invisibiliza su violencia inherente, incluida la violencia sexual vivida día a día por millones de nosotras en la calle. Cuestionar y afirmar estas cosas no es sencillo cuando se forma parte de una familia bastante católica y conservadora como era la suya.

Sin embargo, Germana es el claro ejemplo de cómo un despertar personal puede derivar en cambios de las personas en su entorno y en una transformación del mundo. A veces no nos damos cuenta del impacto generado en personas cercanas y lejanas hasta que súbitamente, un día cualquiera, un acontecimiento o un comentario nos hace ver el camino avanzado en compañía.

Así le pasó a Germana un día, después de participar en un panel de jóvenes en “Comunidad Sexual” –programa educativo de nivel nacional–, cuando mucha gente joven en la calle se detuvo para hablarle, y sus padres empezaron a recibir llamadas de parientes que preguntaban: “¿Cómo es posible que tu hija esté hablando de esas cosas en la televisión?, ya la empezaron a llamar puta”. Germana sostuvo una conversación con su padre en la cual él le expresó su preocupación.

Ella, una chica contundente, sonrió y dijo: “No te preocupes que me llamen puta, porque no es a vos, entonces tú tranquilo”. Cruzaron miradas y rieron. En ese momento Germana tuvo claro que todo estaría bien. Otro momento en el que pudo percatarse de los cambios a su alrededor fue después de su participación en un programa de televisión donde hablaron sobre la despenalización del aborto y un participante ultraconservador y antiderechos de las mujeres lanzó agravios en su contra. Pese a que ella estaba totalmente convencida de que las mujeres tienen derecho a decidir sobre sus vidas y lo defendía a ultranza, en múltiples ocasiones le resulta desgastante tratar de dialogar con quienes desacreditan e insultan bajo argumentos insostenibles o manipulados.

Ese día llegó a casa con pocas expectativas sobre lo que pudiera decirle su familia, pero se encontró con un mensaje de su padre muy sanador: “Los hombres no tenemos por qué decidir e interferir en la decisión de una mujer. Son ustedes quienes al final van a estar nueve u ocho meses con un hijo o no. Ustedes y sus cuerpos son quienes atraviesan procesos complicados, así que yo considero innecesaria la opinión de los hombres en este aspecto. Entonces tú tranquila, todo bien”.

Germana no tuvo duda que aquel era el resultado de un proceso, de haber trabajado con múltiples organizaciones y llevado las discusiones a casa y confirmar su experiencia como algo positivo. Pese a la probabilidad de haber conflictuado a sus padres, el resultado era lindo, era lindo darse cuenta de que su hermano menor tenía mucha más libertad de compartir con sus padres cosas imposibles para ella en el pasado, por ser temas incomunicables en casa en aquellos momentos.

Germana está consciente de la importancia de haber contado con el apoyo de su familia para poder participar en aquellos espacios. Recuerda que su madre contaba feliz que ella salía en la televisión y viajaba, le encantaba que estuviera haciendo mil cosas y siempre la esperaba para escuchar de los procesos y las personas que su hija había conocido.

Su madre ha sido una acompañante increíble, porque siempre se ha emocionado con sus logros. Su hija siempre ha tenido la posibilidad de preguntarle y compartir cosas de su historia, del ejercicio de su sexualidad, de la maternidad. Ha sido una compañera con quien ha podido hablar de sus procesos complejos.

Además de su familia, las redes construidas y conformadas a través del tiempo son el principal apoyo de Germana. Son las que la han sostenido y acuerpado, lo cual agradece. Siempre habla de Redlac y recientemente del Fondo Frida. Me encanta escucharla hablar porque me contagia su pasión por accionar, por formar redes y contribuir a mejorar la vida de las personas. Pero también me invita a mirar críticamente los espacios de los cuales soy partícipe y a nunca dejar de reflexionar sobre la propia experiencia.

Me ha enseñado cómo el acceder a conocimiento y espacios de participación abre muchas opciones, lo cual resulta hermoso, pero al mismo tiempo nos hace observar esas cosas normalizadas con anterioridad y a sentirnos incómodas con ellas para darnos cuenta de que pueden cambiar. Germana entendió rápido todo lo anterior. Su audacia, acompañada de su experiencia de vida, le mostraron que el patriarcado y el adultismo son dos caras de la desigualdad. Lo descubrió a los 14 años cuando participaba en un partido político y entró a una contienda contra un representante de otro partido y le ganó.

El contrincante vencido le advirtió que no le permitiría hacer nada, porque ya bastante vergonzoso era haber sido vencido por una mujer y mucho más por una mujer joven. Esa experiencia le dejó claro que ser mujer y joven la hacía inferior ante los ojos de otros. Tristemente reconoce como su condición de mujer joven fue un reto e incluso una limitante para participar. Sin embargo, también tiene la certidumbre de poder modificar esta situación y en la medida que todas las personas asumamos la responsabilidad particular correspondiente, podremos cambiarla.

De las cosas conversadas con Germana me queda claro la necesidad de:

1. Identificar practicas machistas que podrían replicarse en los espacios mixtos.

2. Identificar cuando el ejercicio de poder se hace desde una lógica masculina en los espacios de mujeres.

3. Asumir la responsabilidad correspondiente a todas y todos como sociedad, no únicamente para garantizar espacios de protección para niños y niñas que viven cerca de nosotras, sino también poder brindarles –principalmente a las niñas– la posibilidad de liderar cosas, hacerlas sentir cómodas con su ser niña para que ningún hombre o adulto les venga a decir: “Es una vergüenza haber perdido con una chica”.

De Germana me quedo con su noción de resistir, la cual plantea la necesidad de cambiar algo que le pasa a otra persona o a ti misma, adquiriendo este cambio desde el amor profundo.

Este cambio significa perseverar en lo que se cree y creer en ti misma, reconocer la valentía propia como una cualidad inherente.