<em><strong>Resignificar la acción: AUTOCUIDADO</strong></em><br><strong>Emma Chacón Alvarado</strong><br><strong><strong>50 años - </strong>    <strong>Costa Rica</strong></strong>
Resignificar la acción: AUTOCUIDADO
Emma Chacón Alvarado
50 años – Costa Rica


Eunice Escoto

Para Emma, resistir significa no claudicar, seguir en la lucha. Pero también puede ser reconocer el cansancio propio y detenerse. Emma coloca el punto sobre la i: autocuidarnos también es resistir. En un mundo en donde las mujeres hemos sido educadas para convertirnos en seres para el cuidado de las y los otros, en especial para los otros, cuidarnos, escucharnos y priorizarnos subvierte el patriarcado y el capitalismo. Emma tiene 50 años y lleva 42 resistiendo; resiste al sistema patriarcal y machista de muchas formas, por ejemplo, desde su ruptura con la heteronormatividad.

Desde ese lugar de mujer, feminista y lesbiana afirma tres cosas:

1. Nosotras hacemos una ruptura en función de que nuestra vida no gira alrededor de los hombres. Hay hombres en nuestra vida porque tenemos padres, tíos, hermanos, primos, sobrinos; pero nuestra vida gira en torno a las mujeres.

2. Hacemos una ruptura en términos de la sexualidad. En un sistema falocentrista, la primera pregunta es: ¿Qué hacen dos mujeres? O sea, si no hay pene, ¿qué hacen?, y entonces hacemos esa otra resistencia porque nuestra sexualidad no gira en torno a un falo.

3. En el tema de la maternidad hay una elección un poco más libre, porque si bien algunas la ejercen, es debido a los antecedentes históricos de heterosexualidad o quienes deciden hacerlo, lo hacen de forma consciente en pareja. Existe un ejercicio de la maternidad menos impuesto por ser lesbianas.

Como ella mismo lo define, su historia es de activismo y militancia política abocada a la igualdad, justicia social, inclusión y la no discriminación. Para contar su infancia, debemos saber un poco sobre su ascendencia. Sus dos abuelos fueron perseguidos y presos políticos en 1948, por comunistas, durante la guerra civil en Costa Rica.

De hecho, la casa de su abuelo y abuela paterna fue la primera en ser atacada en Pérez Zeledón. Sus abuelas, mujeres fuertes y valientes, tuvieron que huir de sus casas con sus respectivas hijas e hijos. Su madre y padre se conocieron y enamoraron en las luchas sociales, porque ambos estaban vinculados a la juventud comunista. Por si lo anterior fuera poco, algo marcó la vida de la pequeña Emma con relación a su apreciación del mundo y la transformación de este: el fuerte vínculo con su abuelo y abuela paterna, con quienes pasaba mucho tiempo cuando su madre y padre salían a realizar sus actividades de enfermera y funcionario del partido comunista, respectivamente.

Recuerda que su abuelo tenía una concepción de vida, justicia social y lucha; impulsaba el diálogo y la negociación, planteaba a las personas que no debían pelearse o enemistarse, sino conversar, negociar.

Con cariño rememora que él y su abuela tenían un corazón enorme, de esos que afirman que “donde come uno, comen cinco”, motivo por el cual su casa siempre estaba llena de trabajadores operarios de la zapatería propiedad de su abuelo, sumados a todos sus tíos, tías e infinidad de gente que acudía diariamente a su hogar.

Al crecer bajo ese contexto, no resulta sorprendente que desde los ocho años se haya vinculado y asistido a ciertas actividades de Pioneros –la organización de niñez del partido comunista–. En ella hacían actividades lúdicas con historias de la revolución en la Unión Soviética sobre la solidaridad internacional. A los doce años empezó a involucrarse en el gobierno estudiantil y aceptó participar en una contienda de la cual resultó electa secretaria de dicho órgano. Poco después se incorporó a la Juventud Comunista.

Eran los finales de los años ochenta y la lucha por la paz en Centroamérica se encontraba a plenitud, y los movimientos sociales en Costa Rica no eran la excepción. De aquellos tiempos tiene muy presente la ocasión en la que llegó a una asamblea regional y en la mesa principal solo vio hombres.

En su lógica, por igualdad, debió haber una división equitativa, por lo cual no dudó en preguntar a sus compañeros: “¿Por qué solo hay hombres en la mesa si estamos en un lugar y un partido que habla de la justicia social y la igualdad?, ¿por qué no hay mujeres en la dirección?”. Replicaron que sí había más compañeras participando, pero estaban preparando el café.

Para una adolescente como Emma –quien había escuchado y hablado de igualdad y justicia toda su vida– aquella respuesta fue un gran agravio. Nunca dejó de señalar que lo correcto habría sido que la mitad de la mesa fuera ocupada por compañeras y que la otra mitad fueran compañeros preparando el café.

Cuenta cómo este suceso la dejó marcada dentro de la juventud comunista, es fácil entenderlo, porque no era común que una “carajilla” de 13 años llegara a hacer un planteamiento de ese nivel a gente de entre 18 y 20 años. ¡Sin duda, ahí comenzó su lucha por la igualdad entre hombres y mujeres! Sentir en ese espacio político que por su identidad de mujer joven enfrentó obstáculos para obtener el reconocimiento a su liderazgo y aportes, también la hizo replantearse si en él podría tener cabida su identidad de mujer lesbiana y se respondió que no, por lo cual se alejó y vinculó a otros espacios, por ejemplo, el movimiento estudiantil universitario.

A finales de los años ochenta y consciente de que llevaba en sus venas esa pasión por la lucha social, logró vincularse al grupo lésbico feminista “Las Entendidas”, primera organización lésbica del país. Después conformó un grupo llamado “Colectiva Humanas” y fue parte de otros intentos de organización lésbica con dificultades para concretarse, pero de los cuales aprendió mucho.

Apoyó algunas organizaciones feministas, con énfasis en la denominada “25 de noviembre, por una vida libre de violencia” y estuvo en el proceso previo a Beijing a nivel nacional y regional. En 1998 se fundó por ley el Instituto Nacional de las Mujeres, el cual contó con un espacio para la sociedad civil en el cual ella se vinculó a través del “Foro Autónomo de mujeres”, organización de la cual era parte.

Tiempo después, ella presidió y coordinó el instituto. Actualmente, Emma es funcionaria y ha retomado su maestría de Perspectiva de Género en Derechos Humanos. Es activista de derechos humanos, específicamente de las mujeres y, particularmente, de las lesbianas. Es coordinadora y fundadora de la colectiva lésbico feminista Irreversibles, que desde 2011, año de su fundación, ha dedicado parte importante de su tiempo a recuperar la memoria histórica sobre la lucha de las lesbianas y a realizar incidencia política.

Emma considera que una de sus mayores contribuciones es visibilizar la existencia lésbica, impulsar a otras personas para que se animen a participar en los partidos políticos y puedan optar a un puesto de elección popular. Reconoce cómo junto con otras compañeras y compañeros han posicionado una agenda retomada por ciertos partidos y dependencias, por ejemplo, el tema de vivienda para las parejas del mismo sexo, atención a la pobreza y, en particular, la atención en los servicios de salud con los lineamientos de trato digno a las lesbianas.

También considera que lograr lo anterior ha tenido un alto costo a nivel personal debido al desgaste ocasionado por su incansable labor y al cual valientemente hizo frente al detenerse y decidir cuidarse. Por eso decidió bajar el ritmo a su militancia política y dedicar más tiempo a su vida personal.

Llegar al aprendizaje compartido por Emma sobre la importancia del autocuidado no es sencillo, sobre todo al considerar que vivimos en un contexto donde se nos exige todo el tiempo demostrar un alto desempeño en nuestras labores y nos imponen jornadas de trabajo dobles o triples. No obstante, la historia y reflexiones de Emma son de una sabiduría digna de atesorar para reivindicar que nuestra lucha feminista puede ser apasionada y con compromiso, sin que esto se dé a costa de nuestro bienestar.

La historia de Emma Chacón Alvarado –una mujer que toda su vida ha estado inmersa en la vida política y para quien los movimientos sociales siempre han sido parte de su cotidianidad– nos regala la oportunidad de replantearnos el justo balance en nuestras vidas. Trae a mi mente una frase que me ha acompañado con fuerza los últimos años: “Defender la alegría como a una trinchera”.

Nos permitimos reír porque nuestras vidas están llenas de sabiduría, por eso, al igual que Emma, debemos luchar por recuperar nuestra (s) historia (s). Y como ella dice: “Necesitamos hablar de feminismo, de nuestra historia, de las mujeres, no solo de esas mujeres exitosas que la historia oficial nos cuenta, si no hacer referencia a la diversidad de mujeres con su diversidad de logros”.

Es importante hablar de esas mujeres con quienes trabajamos codo a codo, quienes son parte de los movimientos sociales y todos los días trabajan desde sus espacios para lograr condiciones de vida digna para todas.

Debemos hablar de las mujeres que como Emma nos enseñan a incomodar los espacios llenos de privilegios, a construir espacios desde los cuales podemos aportar a las distintas luchas y demuestran que nuestra fuerza no solo se refleja en las acciones emprendidas por nosotras para cambiar al mundo, sino también de las acciones cuyo principal objeto es nuestro autocuidado. Como diría Rosario Castellanos: “Tenemos que reír.

Porque la risa, ya lo sabemos, es la primera evidencia de la libertad.