<em><strong>Esperanza morada: RESISTENCIA</strong></em><br><br><strong>Denisse Sevilla Jiméne</strong><br><strong>33 años - </strong>    <strong>Nicaragua </strong>
Esperanza morada: RESISTENCIA

Denisse Sevilla Jiméne
33 años – Nicaragua

Lía Vallejo

Denisse habla con tanta emotividad del significado del pañuelo morado regalado por su hermana, de la forma en que nos distingue como feministas en cualquier parte del mundo, de cómo nos hace sentir acompañadas y motivadas con la idea de andar juntas en este afán por construir un mundo justo para todas, que sus palabras me hacen sentir orgullosa de haber iniciado –como ella– este camino hace  algunos años.
Sin embargo, también sentí un vacío en el estómago cuando la escuché decir que con el pañuelo “salimos a las calles, con él protestamos y hacemos activismo, y ahora ha adquirido más fuerza e importancia en un ambiente donde se prohíbe usar los colores azul y blanco de nuestra bandera. Entonces también se convirtió en un color de lucha. Es mi símbolo y siempre me acompaña”

Me percaté de algo que nos diferencia a las feministas en Nicaragua de las feministas que viven en otros países de la región:nosotras vivimos una dictadura.
Cuánta razón tiene Denisse cuando resalta la carencia de espacios de activismo seguros de 2018 a la fecha. Antes fue la lucha para evitar la penalización del aborto y eso derivó en que muchas viviéramos represión y persecución. Pero si las feministas ya éramos buscadas y asediadas, en el contexto actual de Nicaragua el gobierno tiene el pretexto ideal para sacar a las mujeres de su casa y llevarnos presas.
Mientras las escuchaba hablar sobre el tema durante esa comida de compañeras del movimiento, no pude evitar preguntar en voz alta: ¿Cómo hacemos para mantenernos en pie, para no perder la esperanza y poder transmitirles a otras mujeres y niñas la importancia de seguir luchando por una Nicaragua libre y por vidas libres para nosotras?

Inmediatamente, Denisse tomó la palabra y respondió con firmeza: “Yo resistí porque tuve el acompañamiento de mujeres vitales en mi vida y crecí a la par de mujeres fuertes que me dieron luz y esperanza, y tuve el deseo profundo de dejar de ser la débil para poder ser alguien quien hace frente a muchas cosas. Por eso necesitamos decirles a las niñas que la educación es importante, es una de las cosas a las cuales nunca deben renunciar. Decirles que el contexto es adverso, pero necesitan estar unidas, apoyarse mucho en las personas que puedan darnos buena información, que no deben renunciar a la posibilidad de ayudar, de buscar a las mujeres organizadas y confiar a plenitud en el movimiento feminista y de mujeres. Necesitamos decirles que no están solas, que intenten organizarse desde los espacios posibles y que siempre procuren su seguridad sin dejar de ser curiosas buscar en los libros, leer mucho, acercarse a las redes para articularse, eso es lo más importante”.

Después de escuchar toda la sabiduría existente en esta mujer varios años más joven que yo, sentí mucha admiración y mucha curiosidad por saber cómo había sido su vida y cómo llegó al feminismo. En algún momento de la comida aproveché cuando la vi salir al patio para contestar una llamada y tomé de mi bolso mi cajetilla de cigarros, la cual me dio el pretexto para propiciar un encuentro que parecería casual.

Más tarde le confesé haber ido al patio con la intención de saber más de ella. Le dije la verdad: mi intención no era ser invasiva ni impertinente y por eso preferí hacerlo en privado. Me hizo un poco de burla y dijo que estábamos en un espacio de confianza donde podía preguntar delante de todas, sin la necesidad de contaminar más mis pulmones y generosamente me compartió parte de su historia.

Nació en Jinotepe, Carazo, barrio San José. Se crió con sus cinco hermanas, papá y mamá, pero ella emigró a Estados Unidos cuando Denisse tenía un año de edad y quedó a cargo de su abuela materna. Vivió en la capital los primeros años de su infancia. A su regreso a Jinotepe, su hermana mayor ocupó el papel de su tutora.

La ausencia de su madre por la migración y la de su padre por el trabajo dio a ella y sus hermanas amplias libertades. Aunque crecieron con aprendizajes tradicionales que las hacían cumplir ciertas normas, como ser buenas estudiantes, desde pequeñas tuvieron libertades con relación a las figuras de autoridad y de control, lo cual les permitió encontrar sus propios caminos. Por ejemplo, su religiosa familia materna promovía la necesidad de ir a la iglesia los sábados y guardaba el viernes debido a las doctrinas seguidas por su madre y tías. Pero al mismo tiempo, el hecho de que su papá fuera ateo les daba la oportunidad de hacer lo que quisieran, siempre y cuando no descuidaran la escuela.

Así fue como ella y su hermana Alondra no encontraron mayor obstáculo para incorporarse a un espacio de formación sobre los derechos de la niñez.

Desde pequeñas Denisse y Alondra -–dos años mayor y clave en su historia porque participan juntas en diversos espacios– fueron muy cercanas. Se cuidaban, iban juntas a la escuela, tenían las mismas amistades y, en pocas palabras, juntas descubrían el mundo.

Compartir con sus pares sus realidades les permitía a las dos hermanas darse cuenta de los niños y niñas que la pasaban peor, lo cual les construyó un sentido de consciencia, una noción de cambio y la necesidad de querer aportar desde sus espacios para mejorar estas situaciones.

La relación con su hermana es quizá el primer eslabón de una amplia red de mujeres construida con otras niñas, adolescentes y mujeres que ahora son parte de su familia elegida.

Una de ellas es María Martha, con quien acudió a un taller dirigido a comunicadoras y comunicadores infantiles, en Movimiento Infantil Luis Alfonso Velásquez Flores (el MILAVF) de Jinotepe. Allí se realizó una audición para ver quién podía llevar un programa radial llamado “Somos hoy” para hablar sobre los derechos de la niñez. Las dos resultaron seleccionadas. Además de organizar y transmitir los programas, tuvieron la oportunidad de participar en eventos con alcance a niñas y niños de todo el país.

Estuvo en este proceso hasta que entró a la adolescencia y se sumó al trabajo realizado por la Fundación Desafíos, organización en la que el tema central era la juventud. Realizaban incidencia política a través de una agenda juvenil, organizada por el Consejo Juvenil de Jinotepe para posteriormente exponerla en el marco de los comicios electorales municipales.

Paralelamente desarrollaron su propio programa llamado Azul Oscuro con el cual abordaban temas vinculados a las y los adolescentes y jóvenes, violencia relaciones de pareja, entre otros temas.

Desafortunadamente tuvo que dejar la Fundación Desafíos a los 17 años porque el director la saludó con un beso en la boca. Al inicio, cuenta, estaba muy confundida. Dudó si eso era un gesto de cariño o una actitud errónea. Al final se armó de valor y lo compartió en público e hizo saber la incomodidad que había sufrido. El apoyo de otras mujeres se volvió a hacer presente: Cristina y Mayte, dos buenas compañeras que trabajaban para la organización, la animaron a denunciar, a hacerlo público y compartírselo a un par de personas cercanas al director. Sin duda, aquel fue un acto de resistencia. El director enfrentó una sanción y el repudio de las personas. La denuncia de Denisse, además, permitió a otras chicas animarse a hablar y referir la vivencia de situaciones de acoso y abuso sexual, no solo con él, sino con otros hombres dentro de la organización.

Salir de la fundación la dejó un poco en el aire porque era el espacio desde el cual realizaba su activismo, pero Cristina y Mayte, ya integrantes del movimiento feminista, la invitaron a sumarse a ciclos de formación en La Corriente, lo cual le ayudó a no sentirse con las manos vacías. Ahí conoció a Teresa Blandón, la encargada de los ciclos formativos y quien se volvería en su primera maestra en movimiento.

Denisse y chicas cómplices de su edad comenzaron a organizar colectivos autoconvocados, como la corriente joven feminista, espacio desde el cual; pudieron conocer al movimiento amplio de mujeres, y otros espacios de incidencia y el trabajo hecho por otras mujeres en temas diversos no planteados por ellas previamente, como la soberanía alimentaria.

Recuerdan cómo conocer esas otras realidades cambió totalmente su visión de las cosas, les hizo replantearse su activismo y darse cuenta de su necesidad de trascender, porque a pesar de que sus actividades estaban diseñadas para jóvenes de la ciudad, la mayoría de las usuarias eran chicas semirrurales o rurales.

Actualmente Denisse forma parte de la Red del Miso desde la cual acompaña a mujeres para que acedan a abortos seguros. En el contexto actual del país han tenido la necesidad de crear un plan de contingencia para seguir acompañando a las mujeres sin comprometer su integridad. Por ejemplo, usan seguridad informática a través de aplicaciones para evitar situaciones de riesgo, tener conversaciones seguras y ofrecer seguimiento con menos margen de exposición.

Ella está consciente del riesgo permanente, pero también de la necesidad de acompañar, porque nosotras podemos ser la diferencia en la vida de otras. Y nuevamente adquiere mucha razón. De no haber sido por la insistencia de algunas compañeras como Mayte y Cristina, el acompañamiento de Alondra y María Martha, o sin los aprendizajes compartidos por Tere, quizá la historia y la vida de Denisse serían otras. ¡Afortunadamente no estamos solas, afortunadamente nos tenemos las unas a las otras!