<em><strong>De letras y exploraciones: LIBERACIÓN </strong></em><br><strong>Angela Karina Sic López</strong><br><strong>30 años - </strong>    <strong>Guatemala</strong><br>
De letras y exploraciones: LIBERACIÓN
Angela Karina Sic López
30 años – Guatemala

Marcela Lara

Esta mañana, mientras reúne la energía para dejar su cama,  Karina recuerda cuando despertó en el cuarto del internado al cual había llegado para continuar los estudios de bachillerato porque su papá decidió que era el mejor lugar para estudiar sin siquiera consultarle. Ella volvió a vivir aquella sensación experimentada cuando una descubre un acontecimiento que nos cambia la vida. 

Ángela es una joven indígena k’iche’, originaria de Uspantán, un municipio de Quiché y ubicado a unas siete horas de la capital guatemalteca. Ahí se encuentra el internado al que llegó en 2006, deseando que el tiempo pasara lo más rápido posible para poder regresar a su casa, sin sospechar que iniciaba un viaje sin retorno, al menos no como lo pensaba. Uspantán está en uno de los departamentos más afectados por el conflicto armado interno en Guatemala.

La mayoría de su población es indígena y el acceso a oportunidades sigue siendo limitado, en particular para las mujeres, que son encasilladas en los roles de madres, esposas y cuidadoras del hogar. La protagonista de nuestra historia se vio beneficiada por una beca ofrecida en el  internado. A pesar de ser una adolescente tímida y con algunos problemas de  autoestima –como ella misma se recuerda–, siempre logró destacar en la

escuela,  ser una lideresa y hacerse notar.

La beca le cubrió los tres años de estudios en el internado y le dio acceso a una  biblioteca en la que conoció la historia de su país, se replanteó la propia y vinculó esta etapa de su vida con los aprendizajes vividos en Uspantán cuando fue parte  de grupos de marimba y diversas organizaciones infantiles. A Karina siempre le gustó leer y explorar libros por lo cual el acceso a la biblioteca significó un giro de 180 grados.

En sus palabras: “Me cambió mucho. Ahí sentí un giro en mi forma de pensar y comencé a tener acercamiento político por mi cuenta”. Entrar al maravilloso mundo de los libros fue la posibilidad de conocer otros lugares, costumbres y formas de ver la vida. Pero también significó conocer momentos de  su propio país. 

Leer “Guatemala, memoria del silencio”, fue un parteaguas para Karina porque en  sus hojas encontró un esclarecimiento de lo ocurrido durante el conflicto armado.  Se enteró de realidades que despertaron su conciencia y esto la hizo inclinarse a  estudiar en la universidad algo relacionado con las ciencias sociales. Se decidió  por el trabajo social.

Entender cómo el Estado había violentado a los pueblos indígenas guatemaltecos fortaleció la identidad cultural de Karina y la hizo más consciente de la realidad que los pueblos han tenido que vivir debido a su origen étnico.

Aquel también fue el despertar a una serie de reflexiones y cuestionamientos. Por ejemplo, se percató de que haber integrado los grupos de marimba y de participación infantil le había ayudado a adquirir seguridad y conocer a otras niñas, niños y adolescentes.

Reconoció que aunque no dimensionaba el significado de formar parte de espacios en los que se hablaba de políticas de protección para la niñez y adolescencia, sentía que su voz era escuchada y que con ella podía beneficiar a sus pares en su país.

Le gustaba esa experiencia y ¡qué grata era la posibilidad de viajar a otros municipios y departamentos de Guatemala en los cuales conocería realidades tan parecidas a la suya! No pudo evitar pensar que a pesar de haberse iniciado en aquellos grupos con  otras niñas y adolescentes, terminó siendo la única mujer porque las demás no  tuvieron permiso de continuar.

Deliberó cómo en su caso había sido favorecedor que su mamá participara en  grupos de mujeres y ella y su padre, undocente en Uspantán, estuvieran  involucrados en proyectos sociales, lo cual derivaba en la normalidad de que  quisiera ser parte de los grupos a los que asistía.

Sin embargo, reconoció el nulo  reconocimiento e importancia a su participación y sentía que esto había sido utilizado como un elemento de negociación para impulsarla a mantener buenas  calificaciones.

Pese a todo, agradecía haber sido invitada a ser parte del grupo de marimba y del Comité Ejecutivo Nacional de Niñez y Adolescencia de Save the Children, porque eso le permitió romper con las exigencias ligadas a ella por ser mujer y dejaron de tener sentido frases que escuchaba en su cotidianidad, como que las mujeres no debían estar “aplanando las calles”, porque espacio era exclusivamente para los varones.

En sus palabras: “Me permitió no reducir mi espacio a lo privado, sino sentir que yo también era parte del espacio público y podía estar ahí, sin ser algo negativo ni algo en lo que las mujeres no pudiéramos estar”.

Ahora, desde otro lugar y a sus 29 años, Karina deja escapar una sonrisa mitad  satisfacción, mitad nostalgia, al pensar en su regreso a Uspantán y la necesidad de salir nuevamente a buscar oportunidades de empleo y crecimiento personal. 

Piensa en las niñas y adolescentes que viven en su municipio natal y le recuerdan  a sus compañeras de internado, a cómo se sintió ahí acompañada y a cómo ser indígena nunca fue motivo de discriminación. Piensa en su deseo de que ellas  nunca experimenten la discriminación como ella la vivió cuando salió del  internado.

Toma a toda prisa el cuaderno inerte de su buró y escribe una lista con los elementos considerados necesarios para contribuir al desarrollo de estas niñas y adolescentes. Lo hace meticulosamente, como quien se compromete con lo que escribe y cada vez que añade algo regresa al primer párrafo: “Me gustaría decirles a las niñas de hoy que sigan soñando, porque tenemos todas las posibilidades de ser quienes querramos ser, pensar en cómo el amor propio es muy importante para que nunca nadie les diga que no valen o no pueden, pues sí valemos”. Su lista es poderosa.

Sobresale la importancia de enseñar acerca de la autoestima, la sexualidad, el colonialismo, a sanación y el feminismo. Karina piensa en la plenitud otorgada por trabajar en la defensa de la soberanía alimentaria y participar en el Consejo de Juventudes Indígenas de Guatemala, una organización de jóvenes indígenas que trabajan en formación política para fortalecer la identidad cultural, y en Divergencia Colectiva, un espacio que promueve el análisis de la realidad desde el colonialismo para definirlo como uno de los sistemas de opresión vigentes.

¡Ahora sí está lista para abandonar la cama! Guarda el cuaderno y se dispone a  seguir cambiando el mundo.